miércoles, 9 de febrero de 2011


Desde siempre



Tú ya estabas en mi alma y en mi mente. Con este y otros nombres: Lena, Magda, Olvido, Tryfygenya... Ya estabas cuando vagaba por las calles de Málaga hace casi 30 años tratando de averiguar qué hacer con mi vida. Cuando mi madre me soltó de la mano y caminé tras la monja a través de aquellos corredores de vidrieras amenazadoras. Cuando correteaba entre las huertas y el riachuelo de Cauche, aquellos días infinitos de la infancia. Cuando empecé a dar mis primeros pasos.

Y antes.

Ya te conocía cuando los hombres surcaban aquí los océanos, atemorizados por las cataratas del fin del mundo y sus monstruos terribles. Ya estabas en mi alma cuando aquí amontonaban piedras de un metro de altura y yo enmudecía desde la proa de mi barca vislumbrando la mole descomunal que se iba levantando sobre el horizonte de Gizeh. Y cuando los antepasados de lo que ahora somos empezaron a bajar de los árboles y erguirse sobre sus patas traseras para anticipar los peligros de la sabana.

Y antes.

Te conocía antes del tiempo y fuera de él. He vivido muchas vidas buscándote: muchas vidas antes que ésta y también muchas otras vidas en ésta.

Por eso te encontré. Porque ya estabas en mi mente y en mi alma. Porque te conozco desde siempre.

Si es cierto que el universo no es más que un chispazo de luz entre la nada y la nada, la historia que tú y yo escribimos es un impulso que procede del infinito y se dirige a la eternidad. Un bólido incandescente que atraviesa un mundo gélido, como un avión cuando rompe la barrera del sonido, haciendo añicos la rutina instalada en esta realidad. Así es para mí. No importa si estás físicamente a mi lado o no. El velo gris que tamiza el horizonte desaparece cuando amaneces salpicando el valle de luz, poniendo color a mis días. Tú me salvas.

Tú construyes la bóveda protectora que mantiene en pie mi propio edificio cuando el universo que habito se derrumba a mi alrededor, desbaratas las sombras que se arremolinan en torno a mí, siembras mis sueños de esperanzas nuevas, señalas las rutas arcanas por las que escrito estaba que habríamos de transitar juntos en nuestros vehículos espaciales. Por eso te estaba buscando desde antes de que naciera el tiempo.

Te he encontrado para que camines junto a mí bajo la lluvia, para que adores, como yo, la tormenta que se cierne impotente sobre nuestras cabezas. Para que no haya olores ni ruidos que te hagan estremecer. Para que no quieras huir. ¿No lo entiendes? Yo no tengo el anhelo de universos anteriores, futuros o paralelos. No he venido a sacarte de este mundo, sino para que volvamos a ser uno en él.

Y si no es así también para ti, será tal vez que tú todavía no me has encontrado a mí.

Pero tú eres libre de elegir. De escapar o de seguir e inventar entre los dos nuestro destino. Quizás no fue casualidad y esto tenía que pasar. Tu presencia estaba escrita en mi camino.

Te conozco desde siempre…







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